El poeta de los adictos

Drogadicto:
Por extensión, que consume drogas recreativas, independientemente de si padece adicción.

Para: Jasquier Galahd
De: Cahir Galahd

Querido abuelo:
Te escribo para pedirte que me alojes en tu casa, mas bien que me alojes en una de tus casas. Sé que tienes dos, una en Ámsterdam y otra en Oslo. Y quisiera quedarme en la de Ámsterdam, contigo. No te he visto en mucho tiempo pero espero que nuestro sentimiento sea el mismo.
Y para que entre nosotros todo esté claro te contaré una anécdota que me tiene dando vueltas y huyendo de la ley. Pero no creas que es porque soy malo. No, no, para nada; yo soy un pan de Dios. Sé que te han llegado noticias, obviamente falsas calumnias a mi persona.
Al mismo tiempo, a pesar de lo que hubo entre nosotros y de su fatídico final, sigo confiando en ti y estoy seguro que me ayudarás con mi problema. Tú eres así. Y como este secreto me carcome por dentro,y como sé que yo no soy culpable de nada y necesito que alguien me crea y me ayude, pues te contaré. Si, en esta misma carta lo haré. No tengo nada que perder.

Yo no me he casado, como bien sabes. He sido siempre un soltero sin compromisos. Y he ahí  el detalle que originó el principio de mi encrucijada. Yo solía tener un amigo, que en esta carta llamaré John, un hombre de lo más común. John era mi amigo del alma, por así decirlo. Él estaba casado y su esposa me odiaba ¡Ay, las mujeres! En el tercer aniversario de John y su mujer, ella se fue de viaje, él no pudo ir, eso fue extraño. Pero bueno, ¿quién soy yo para entrometerme en esos asuntos?
En esa semana de aniversario, en la que él estaba solo, sin su mujer a su lado, yo propuse a John ir a un bar de solteros. Habían dos mujeres bailando en una tarima, en ese bar. Y, abuelo, ¡qué mujeronas! El bamboleo de sus caderas era hipnotizante, y esas piernas parecían poemas, poesía pura; sus rostros eran versos con ojos radianes en el espacio. Eran hermosas. Y eran putas, no había duda. Y yo bebí mucho alcohol. Andando detrás del movimiento de sus pechos perdí de vista a John. Cuando ellas se dieron cuenta que yo ya no tenía dinero, ser fueron, me dejaron. Hubo un momento en el que todo lo veía en cámara lenta, pero yo no estaba ebrio. Y John ya no estaba a mi lado, me giré y lo vi hablando con Cacho, un borracho habitual de esa zona. Y en el momento que hablaba con Cacho, el viejo borracho sacó un frasquito negro y metió su nariz ahí, en ese frasco, y aspiró. Pude ver cómo el olor del frasquito se le metía por los pulmones. Y John tomó el frasquito e hizo lo mismo que Cacho, y ambos se atontaron con el olor. Después me enteré que era pega. En ese momento John se convirtió en un huelepega.
¡Qué palabra tan horrible es huelepega!  Se dice de la persona adicta al consumo de pega por inhalación. Eso es un huelepega.
La verdad yo no sabía cómo iba su matrimonio, ni su vida familiar… Él no me contaba nada, y aún hoy no sé si fueron problemas privados u otro motivo el que lo condujo a ser un toxicómano. Debí haber preguntado.
Pasaron meses, como cinco o seis meses, y me encontré a John en la calle. Y él ya no era un inhalador de pegamento. Eso fue lo peor. Ahora era un heroinómano. Una persona que sufre adicción a la heroína.  

Los cinco o seis meses que pasaron desde lo del bar no nos vimos. Yo estuve en una campaña…cosas de trabajo. Pero por lo que supe en ese lapso él estaba separado. No sé si su reciente toxicomanía lo había llevado a separarse o su separo lo condujo a la adicción. En fin, misterios. Ajá, continúo con el relato; yo me lo encontré en la calle. Pero no era un vagabundo ni estaba desgreñado y sucio pidiendo dinero, estaba con un traje, un traje barato, con la jeringuilla en la mano derecha. Ahí lo vi, ahí lo supe todo. No le hablé, sólo fingí no haber visto nada y me fui de largo.
Después hubo robos. Él salió en las noticias cómo un ladrón. Y yo seguía mirando a otro lado cuando lo veía o cuando veía sus noticias. Robó bolsos, maletas, motos y saqueó el interior de varios vehículos. Ya no era mi amigo.

Abuelo, la semana pasada yo iba a mi casa al mediodía en bus. Volvía del trabajo en un día horrible. Me sentía cansado, como quemado. Me senté en mi asiento y en seguida me llegó el olor a droga adulterada. Eso no me sentó bien y me levante colérico, sin embargo no grité. Sólo miré al adicto y me senté. Vi en sus ojos a mi ex camarada. Claro que no era tanta casualidad,y que me lo había encontrado ahí, no. Solo era otro drogata.  Le pregunté, por mera curiosidad, la razón de su drogadicción, cómo empezó, qué sentía al meterse la aguja. «El mejor de los orgasmos no se compara con el placer que siento con la heroína. Es mi héroe, mejor dicho: mi heroína». Me sentí mal por él,y hasta terminé dándole monedas.
Al llegar a mi casa la puerta estaba abierta. Había sido forzada para entrar, me imaginé lo peor, sin embargo, como te darás cuenta más adelante, un robo o un saqueo de mi morada hubiera sido menos mal de lo que en realidad había pasado.
John yacía en el piso de mi sala acostado boca arriba. Sucio, desgreñado, con barba y mal olor, con una jeringuilla a su lado y los implementos para chutarse varias dosis,y un papel con un escrito grabado. John estaba muerto. Sobredosis. Su rostro revelaba placer y dolor. Yo lloré,y aún lloro. Murió, en mi casa, en mi sala. Se me están resbalando lágrimas, se escapan contra mi voluntad y amenazan con impedirme seguir…
Dejó algunas líneas escritas para mi en ese papel.
Yo recogí sus cosas y las lancé a la basura. Y boté la basura muy lejos. Y a él lo tiré en la calle. Y mientras lo hacía pensaba en cuan dependiente se puede volver alguien a causa de esa sustancia. Quise meterme las aguja yo también.
Ahora me busca la policía, alguien me vio salir con el cadáver.

Lo siento mucho, yo caí también en la trampa de la jeringuilla. Lo siento, lo siento, lo siento, lo siento. Cada vez que me miro en el espejo, lloro. Me he vuelto repugnante. Me detesto.
Escribo esto en mi casa,a oscuras, después clavaré la aguja y me relajaré. Pero ya no quiero hacerlo. Necesito ayuda. Yo no quiero. Pero se siente como un orgasmo, sí, ese vagabundo tenía razón; y si no lo hago los síntomas de abstinencia son terribles.
¿Cómo huyo de esto?

He aquí lo que John me escribió, antes ni lo entendía. Pero ahora sí:
Empieza por la excitación
La respiración está lenta
Luego una penetración
Y el corazón late solo por inercia
Perdiendo el contacto con la realidad
Empieza una música fantástica
Con flores que me hacen volar
En una atmósfera estática
Los colores ya no existen
Los remplazó la armonía
De mis gemidos que piden
Una segunda heroína
Con las agujas vuelo
Sin limitaciones
A todo el universo
Sin sures ni nortes
La mente híbrida
Está completamente vacía
Sin visiones místicas
Ni realidades dormidas
Me estoy dando cuenta
Que no he cerrado mis ojos
Todavía no estoy de vuelta
Tengo pensamientos cojos
Estoy despojado de pertenencias
Prefiero viajar sin cargas
Ya tengo la carga de mi vivencia
Y mil maletas de cagadas
Es el arte de morir
Mientras se vive lo más intenso
La mezcla de emoción me hace reír
Y llorar en silencio
No te recomiendo esto
Es una crucifixión
Es la vida de los muertos
Y de su propia perdición.

Abuelo, tal vez mi destino sea ese.
Me estoy mirando en el espejo. Y en mis ojos veo la verdad.

Te enviaré esta carta pero ya ni quiero que me ayudes. Siento haberte hecho perder tiempo leyendo esto.
Adiós.

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